Las lágrimas caen despacio
como perlas cultivadas,
en mitad de la noche gris
besando sus labios rojos.
Y las hojas que rozan su cara
que opreso sus ojos azules,
dame ya, ambas flores blancas
que me dicen de su mísero vivir.
Triste de aquella que vivía airada
y se alzaba con su piel sedosa,
en el camino que pisaba diestra,
la tierra iluminada y dormía llorosa.
Érase un campo de margaritas
con el cuerpo de color menta,
la más pura y la más hermosa
al cielo te quejas, por ciega y fría.
Que aún tiene su corazón
y en la distancia se escucha,
mi honesto poema de amor
más no puedo con la injusticia.
No te admires de hallarme
porque mis labios más puros,
son una nueva obra triunfante
en aquel tiempo yo lo juro.